Un buen desayuno tiene y ofrece cuatro beneficios: formación, energía, ánimo y defensas. Las personas que desayunan mantienen el peso dentro de límites saludables en mayor medida que las que omiten esta ración. El hecho de repartir las calorías durante el día en 4 ó 5 comidas, ayuda a que no se sobrecargue ninguna de ellas. Esto también contribuye a evitar picar entre horas (snacks, golosinas y otros dulces, refrescos, etc.), factor muy importante a la hora de controlar el peso.
El desayuno debe incluir lácteos (leche, queso o yogurt) porque son la principal fuente de calcio, así como los cereales integrales que además de tener más vitaminas y minerales que los de harina blanca, al ser ricos en fibra, ayudan a controlar el apetito y la figura. Las frutas además de sabrosas están llenas de vitaminas y minerales que contribuyen a mantener una vida activa aportando pocas calorías.
Tomar un buen desayuno ayuda a realizar ingestas más altas de la mayor parte de los nutrientes que el organismo precisa. Las personas que no desayunan suelen seguir una dieta de mala calidad, mientras que quienes lo hacen, suelen hacer una dieta menos grasa y más rica en fibra, vitaminas (tiamina y piridoxina) y minerales (hierro, calcio, magnesio y zinc).